Mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia.


Salmo 129, 6-7

sábado, 3 de abril de 2010

En el sepulcro


Frío. Silencio. Humedad. Oscuridad. Sobre una dura losa, el cuerpo que guarda la salvación del mundo espera la hora solo por Él conocida.
En el mundo, los discípulos, perdidos, desorientados, nos escondemos como ratones asustados. ¿Acaso todo fue un sueño? ¿Fueron un sueño sus obras y sus palabras? ¿Fue un sueño la buena nueva? ¿Eso fue todo? ¿Se apagó para siempre la luz del Reino de Dios como una lamparilla que se queda sin aceite?
Y la Madre calla y llora, mientras va cosiendo en su corazón los retales del recuerdo para hacerle una mantita al Niño que para ella sigue siendo el Hijo al que ayer despreciaron, apalearon, clavaron de pies y manos en un madero y cuyo corazón puro atravesaron.

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