Mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia.


Salmo 129, 6-7

sábado, 3 de abril de 2010

En el sepulcro


Frío. Silencio. Humedad. Oscuridad. Sobre una dura losa, el cuerpo que guarda la salvación del mundo espera la hora solo por Él conocida.
En el mundo, los discípulos, perdidos, desorientados, nos escondemos como ratones asustados. ¿Acaso todo fue un sueño? ¿Fueron un sueño sus obras y sus palabras? ¿Fue un sueño la buena nueva? ¿Eso fue todo? ¿Se apagó para siempre la luz del Reino de Dios como una lamparilla que se queda sin aceite?
Y la Madre calla y llora, mientras va cosiendo en su corazón los retales del recuerdo para hacerle una mantita al Niño que para ella sigue siendo el Hijo al que ayer despreciaron, apalearon, clavaron de pies y manos en un madero y cuyo corazón puro atravesaron.

viernes, 2 de abril de 2010

Ojalá no hiciera falta


En esta noche larga y fría, ojalá supiera velar contigo en el Huerto de los Olivos. Ojalá fuera capaz de seguirte adonde te lleven cautivo y no huir despavorido. Ojalá tuviera la valentía de no negarte tantas veces. Ojalá volviera en pos de tu amor, en lugar de arrastrar por la calles la desesperación de haberte vendido. Ojalá tuviera el arrojo de gritar “¡Basta!” y limpiar de tu rostro la sangre y los escupitajos. Ojalá me salieran las palabras para defenderte. Ojalá corriera al lado de tu Madre para consolarla recordando los claros días de tu niñez. Ojalá no hiciera falta todo esto.

Seguidores